Publicado el 19 de nov, 2019

La felicidad de los niños que compartieron con Federer

Bajo un sol abrasador llegó a Santiago el mejor tenista de la historia. Roger Federer aterrizó pasado el mediodía a Chile para vivir horas muy intensas en nuestra capital. El suizo de 38 años junto al alemán Alexander Zverev se fueron directo desde el aeropuerto al Movistar Arena donde habían más de 40 niños esperándolos.

Los niños de distintas edades tenían algo en común: todos aman el tenis y ven en Roger Federer, una figura a imitar. Algunos viajaron por el día desde Rancagua, Graneros y Teno, otros, cruzaron varias regiones por aire o por tierra para tener unos minutos con el tercer mejor jugador del mundo.

“La mayor grandeza que nos volvió a confirmar Federer hoy es lo que ha caracterizado su histórica carrera: la sencillez, respeto, categoría, educación y solidaridad con que vive el deporte. Ahí está quizás el talento y magia que tiene el tenista suizo. En su cercanía, preocupación y trabajo por apoyar causas sociales en distintos lugares del mundo. Un honor y una alegría inmensa haber sido testiga de las sonrisas, ojos iluminados, energía y recuerdos imborrables que cada uno de estos niños tendrá gracias al mejor de todos”, comentó la Ministra Pérez. 

Lisette Tapia, novena de Chile, viajó desde su natal Mejillones a Antofagasta para tomar un vuelo a Santiago con su profesora. Toda una aventura que se coronará en la exhibición cuando sea una de las peloteras del match. “Eso significa que podré estar muy cerca de Roger”, declaró la promisoria tenista admiradora también de Serena Williams. Su profesora Paulina Jorquera sabe del sacrificio de Lisette: “Ella no dimensiona aún todo lo que está viviendo. Estamos muy contentos por ella”.

Después de unos juegos, Lisette y el resto de los niños ingresaron al court central del Movistar Arena. Se distribuyeron en distintas estaciones para ser parte de la clínica de tenis. La espera acabó cuando Roger Federer asomó por un costado de la cancha. Los niños obnubilados intercambiaron golpes durante cuarenta minutos con Federer y Sverev.

Roger Federer abrazó, se rió, compartió y firmó decenas de pelotas. Y se tomó cientos de fotos. nadie quería quedar al margen de su majestad. De seguro el tiempo corrió más rápido que de costumbre para ese grupo de afortunados que tuvieron enfrente a una verdadera leyenda.